miércoles, 2 de febrero de 2011

La agencia matrimonial

Ayer me telefoneó Pete Doherty, en serio, yo estaba viendo las noticias en la tele, estaba pasando vergüenza ajena pues enfocaban a un grupo de adolescentes gritonas y sollozantes ante la aparición de unos jóvenes músicos a la salida de su hotel, previo al concierto nocturno, supongo que a alguien más le debe pasar amigos, qué vergüenza ajena, la adolescencia es una auténtica locura, por suerte pasajera, etcétera etcétera, en fin, que agarro el teléfono con todo el cuerpo traspuesto ante la crudeza de las titilantes imágenes y oigo: "Fulanitou?" Y claro, yo digo: ¿quién es?, y era Pete Doherty, que es el único hombre en el mundo que yo he visto que pueda vestir sombrero, hablo de la actualidad, no retrotraeré los tiempos a Bogart y a otros primeros espadas del estilo, pero hoy por hoy, Doherty, el resto pueden ser hombres dignos, normales, incluso cachazudos y se ponen un sombrero y los pobres se precipitan al vacío, sus novias deberían decírselo, cantantes, ciudadanos de a pie, futbolistas... En fin, que tengo al aparato al Dandy Doherty, uno de los pocos dandys vivos, no obstante su manía de atentar contra su salud, siempre en líos de drogadicción, yo pensaba que estaría en la trena, no una condena de rigor, unos meses simplemente, para que la celebridad entre en razón y olvide fruslerías, deje las travesuras atrás en el camino, etapa superada, pero no, era Doherty, que no llamaba desde prisión sino desde su casa, probablemente un ático en el centro de Londres, bien acondicionado en invierno y en verano, etc., vamos, nada de celdas ni teléfonos mugrientos de un pasillo de un penal de la Gran Bretaña, y Pete Doherty, mi hermano Pete, me dice: Fulanito, tu fama de fiesterou traspasa, ha traspasado fronteras, se extiende por el continente, es decir, se ha extendido por la estepa europea como la sombra de un ciprés a lo largo del espacio progresivo de la tarde, y ha cruzado, ha penetrado en la bruma del Canal de la Mancha y ha salido vencedora de superarlo y dejarlo en el paso como un martín pescador reyezuelo, sátrapa o príncipe de los mares, y ha llegado hasta la city de Londres, en la que resido, y te llamo pues deseo corroborar esa honra y esa reputación que grita tu presencia a miles de quilómetros de tu ubicación. Yo, claro.., a mí me pilló totalmente de improviso, sin defensas, y no pude más que decirle que sí, que si venía a Barcelona, que bien, que nos tomaríamos una copa.

Yo no olvido que en el artículo o episodio anterior afirmé que esto no es para mí, que el ritmo de la noche y las consiguientes miasmas y oscuridades de la mañana no son para mí, que eso exige mucho, que no doy el nivel o que ya no doy el nivel, que me retiro, pero me sentí incapaz de poner en entredicho la escultura que en la mente de Pete Doherty se había esculpido de mí, un cantante que no está mal pero sobre todo un dandy cadavérico, un tipo con fuste.

Lo de la agencia matrimonial que da título al artículo viene a posteriori. O lo explico a continuación, el caso es que, en efecto amigos, he buscado y he encontrado trabajo. Una agencia matrimonial demandaba un/a administrativo/a y yo envié mi currículum, y como de todos es sabido, y es tradición popular, o uso arraigado, en fin, parte de nuestra cultura el crear una verdad a la medida en los currículums vitaes en este país (como hizo, por ejemplo, ese icono pop que es Luis Roldán, ex director general de la Guardia Civil que se bañaba en piscinas con aguas corruptas hasta los bordes y que huyó por el globo hasta su captura en Laos, creo que en 1994, un exponente del maquillaje de historiales, en el suyo coló una carrera de ingeniería que como suele decirse brillaba por su ausencia), en fin, que yo, a lo Roldán, pues decidí seguir la estela de los maquilladores de la realidad -qué es la realidad, amigos, qué preguntita eh- y puse que era psicólogo, o licenciado en psicología, no me acuerdo, y añadí, entre paréntesis, como insinuando la especialidad, añadí: "(Del amor)", toma, para que digan que carezco de habilidades, vencer y convencer, a lo Unamuno, Psicólogo (del Amor -con mayúscula-)  en fin, ahí lo dejé, a ver si colaba, por probar nada se pierde, mi instinto se empeñó, psicólogo del amor, licenciado por la Universitat de Bellaterra, Bellaterra está lejos y nadie sabe qué se estudia allí, el caso es que la dueña del negocio, que me pareció una buena persona, no exenta de un desmesurado, aunque lícito, apetito mercantil, creo que la mujer quiere hacerse millonaria con esto, ¡hoy en día!, no digo más, pues me dijo que podía empezar de secretario. Yo le dije: De acuerdo, no me importa en absoluto empezar desde abajo, o por abajo, le dije; prefiero empezar por abajo. Como Escámez en el Banco Central. Y ya soy el botones del Amor.

En fin, he desatendido el affaire con Pete Doherty, muy amigo de divertirse también, es sano divertirse, hay que vivir, y con él -retomó ya la crónica en pleno- la cosa comenzó más o menos así... Primero diré que yo tenía muy presente que ya me había retirado, pero no le iba a afear la cita a Doherty, que tan amablemente se había desplazado hasta Barcelona para acometer el encuentro. Bien, comenzó como todo comienza en estos casos, Pete Doherty dijo: Qué quieres tomar. Y después de que yo le respondiera pidió una para cada uno. Y luego, unos minutos después se levantó hacia la barra y entornándose dijo con los ojos Fulanito, qué tomas, y yo con los ojos le dije algo así como una copa es una copa, no son dos copas Pete, pero ni él estaba para razonamientos sutiles (ni para razonamientos explícitos) ni yo tengo carácter para pulverizar con la mirada, y yo se ve que le dije con los ojos: pues otra. Luego, no sé, 24 minutos después o algo así Pete llamó a la camarera con un gesto digital, de los dedos, y tras sonreír pícaramente ante lo explícito de la sensualidad de ella, porque Pete no es ciego, puede ir ciego a veces pero ciego no es, eso lo sabe todo el mundo, pues pidió una tercera copa, y yo pensé, no se lo dije pero lo pensé: la reputación exige sacrificios Fulanito, y me dije: la última, y pues tomamos esa última copa.

Pero más tarde Pete se empeñó en recibir las atenciones de la misma camarera, mas no con segundas ni movido por apetitos que trasciendan a la sed propia del hombre que comparte y departe con su colega del alma, que al parecer era yo, si no del alma sí del alma de esa noche, que parecía claro que no pensaba pasarla dándole al gaznate con otro. Y, así, a la cuarta, ante sus renovados elogios hacía mí dije: ésta la pago yo. Y el tipo aún se reblandeció más, y me dije: un día es un día, y pagué la quinta. Y a la sexta, qué cosas de mundo, un musiquillo de bajos fondos reconoció a Pete Doherty y se empeñó en invitarnos a otra copa, y, yo, la verdad... la verdad es que no tengo carácter, ya lo he dicho, fue una encerrona involuntaria de la vida, soy pusilánime... no, un buenazo es lo que soy, una buena persona, lo reconozco, y acepté la invitación. Debió correrse la voz pues más tarde nos topamos con el autoentitulado dueño del garito, que traía bajo el brazo una botella de champán francés, no recuerdo la marca, yo ya no veía nada, mi voluntad era un soldadito de plomo ahogándose en mitad del océano, o en un agujero negro superior al tamaño de la Vía Láctea, y me obligaron a beberme la octava, y la novena, era champán del bueno, el dueño, os lo aseguro, debe ir al gimnasio, el caso es que intimidaba, cómo le digo que no me tomo su copa o sus copas, con Pete Doherty, me daba más miedo hacerle llorar al dueño que hacerle enfadar, el caso es que luego llegaron unas tres o cuatro chicas gritando, armadas con más botellas, yo ya sólo veía botellas, botellas, vasos, cristal, brillos y reflejos si bien apagados como la noche y mates como el gato traicionero y la pantera de la jungla y...

Hoy desperté.
Solo.
Tarde. 
Y olvidé que tenía que ir a la Agencia Matrimonial a ocuparme del mundo de los sentimientos, y de mi futuro.

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