martes, 1 de febrero de 2011

FIN DE ETAPA

Os aseguro que anteayer llamé a Willy Deville para salir por ahí y.., no sé... Lo último que recuerdo es los dos subidos a la barra de algún tugurio de mala muerte del sur de esta ciudad, Barcelona, cantando It's so Easy, que es suya y no mía, yo ni tengo canciones ni sé cantar, sólo digo eso, como debía estar Willy para dejarme cantar junto a él, a mí, que no sé cantar, y ya poco más puedo acreditar de esa noche, ya sabéis, la imagen, se detiene, y lo siguiente es despertar, aunque en mi caso es un poco distinto, ya llegaremos; bueno, la noche se disgrega en puntitos, puntitos... . . . y desaparece, despiertas, algo así estaba diciendo, aunque insisto, no es de tal modo, simplemente, el recuerdo se congela en un punto, y despiertas.

Esta vez no fue el mal estado de unas patatas de bolsa. Para mi fuero interno tengo también que en algo debió influir la medicación que estoy tomando, un fármaco para combatir el priapismo, muy popular (el fármaco) en internet y en los mercadillos callejeros, aunque a mí me lo recetó uno que se adjudica el título de medicina. Como la disfunción resiste, decidí administrarme el doble de la dosis máxima estipulada en el prospecto y el triple de la que había recetado el médico, pero aún así nada, la cosa continúa ahí, enhiesta y vigorosa, esplendorosa como la proa de un bergantín, o sea que la cosa mucho caso no le hizo al fármaco, un fármaco poco convincente, bueno; luego telefoneé a Willy Deville, como sabéis, y le pregunté si quería salir y respondió: "Yeah! Yeah, yeah, yeah...", qué tipo este Willy, qué entusiasta, da gusto...

Como todo el mundo sabe, Jaime de Marichalar, ex de la infanta Elena y ex-duque de Lugo (consecuencia del ex previo), se distingue, o es más conocido, o son más acentuadas en él, estas dos inclinaciones: la moda y la juerga. Eso lo sabe su ex y un buen número de ciudadanos de este país y seguramente de otros, como todo el mundo sabe. Su feudo es la ciudad de Toledo. 

Pues bien... en el punto en el cual se pierde mi recuerdo de la noche lírica con Willy Deville, lo siguiente es amanecer a punta de paso en las calles de Toledo. ¿Cómo? Lo ignoro. Lo repetiré: yo estaba pasando un buen rato con mi hermano Willy Deville y lo siguiente que recuerdo es que aparezco, hago acto de presencia, en Toledo. Y ya puestos me digo: pues sigamos, ¿qué otra cosa podía hacer? Y en una cafetería que camuflaba un tugurio sensacional, ¿a quién me encuentro? No me lo presentan, yo, me presento: A sus pies, Duque de Lugo, su más ínclito admirador y ferviente súbdito (los adjetivos van mejor al revés pero así se evita la rima interna, bueno, yo estaba un poco bebido y además no soy Góngora -"infame turba de nocturnas aves..."-): Fulanito (le digo al duque, a Jaime, compadre, presentándome); el duque despeja su capa y parece que la cosa le hace gracia y por tanto que yo le caigo en gracia, y el resto es historia amigos, fiesta, juerga con la nobleza más pura de estilo de vida y etcétera etcétera, oh, qué recuerdo.

Y ya estoy otra vez en Barcelona, creo que ese estilo de vida no es para mí, exige demasiado, yo no doy para tanto. Creo, por tanto, que regresaré a los récords del mundo, que unos artículos más atrás en este blog daban sentido a mi vida.

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