martes, 18 de enero de 2011

BA-KA-LAO

Aah. Llevo tres días sin comer. Siete días sin ducharme. Quince días sin hablar. Treinta días sin ... (un pareado!) Bakalao tiene cuatro sílabas, mas trata de convertirlo en un clamor, te saldrán tres sintagmas silábicos por aclamación. Lo sé pues, en estos instantes difíciles, evoco un party al que asistí el pasado 31 de diciembre. Era viernes. Alguien dijo: salgamos. Claro. Por qué no. El clamor se insinuaba, se podía oler desde la calle, la calle auguraba el futuro, el patio de manzana auguraba el futuro, el ascensor inexistente auguraba el futuro, las oscuras escaleras lo auguraban. Ah, las fiestas de ese muchacho son antológicas. Berlusconi se muere por asistir. Ese muchacho siempre le dice: te llamo. Ah, Berlusconi continúa muriéndose por asistir. Ah. Las fiestas sadomasoquistas de ese muchacho son antológicas. Ah, Berlusconi. Ah. Debe asistirse con sombrero de copa y bastón de marfil, y sin antifaz, es obligatorio dar la cara, por supuesto. Berlusconi se muere por asistir. Esas fiestas andan hasta los topes de ninfas. No sé si lo he dicho pero las fiestas de ese muchacho son, si no mundialmente, sí europeamente conocidas, o al menos en su escalera; lo que es seguro es que entre sus amigos gozan de una incontrovertible reputación. El muchacho hace una fiesta tras otra. Cualquier pretexto es bueno. Una fiesta cada año. Una fiesta cada semestre. Una fiesta cada trimestre. Vivimos en la fiesta permanente. España es un país de fiesta. Y el clamor: ¡BA-KA-LAO! ¡BA-KA-LAO! Nada de Jethro Tull o Jefferson Airplane, BA-KA-LAO. Llevaba tres días sin comer cuando llegué a la fiesta el 31. Esta vez no era una fiesta sadomasoquista ni una repleta de ninfas hasta los topes. Las ninfas se contaban en número breve, pero sí las adoraba la plenitud a esas ninfas, una plenitud con trazas de exacerbación. Oh, la plenitud. Oh, la sangría. ¡BA-KA-LAO! Alguien iba a leer, o a recitar más bien, un poema pero ya cuando su lengua derrapaba por el cambio de rasante paladario el poema saltó de idea a proyecto, y como pensó, y dijo, y sobre todo sintió Gil de Biedma -o como rezan los anales que sucedió- la cosa era ser poema y no poeta: y el poeta dijo: vamos a Pont Aeri.

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