viernes, 21 de enero de 2011

Hombre - mujer. Mujer - hombre

Llevo sesenta y dos días sin apoyar el pie derecho, y tengo para mí que esa -entre mil- ha podido constituir una de las causas, o la causa desencadenante, de que mi novia me haya abandonado. Me ha dicho: Te dejo. Y ha cumplido su promesa.

Pero volvamos al territorio de las plusmarcas porque el territorio del amor me está sacando de mis casillas, y yo ya estaba en ese otro territorio del amor en las afueras de mis casillas. Digo que en el territorio de los récords yo soy un cortado descafeinado, un quesito cabrales light, en comparación a mis ancestros; unos recordmen recalcitrantes la mayoría; como mi tátarabisatátarabuelo, que estuvo desde la publicación de Flaubert por Mdame. Bobary (1857) hasta la publicación de Princesa Safo por el Tutú (1891) sin tocarse la nariz. Luego murió y su hijo estuvo desde el final de la 1ª Guerra Mundial (1918) hasta la publicación del James Joyce por Ulises (1922) sin salir de casa; una marca mucho más discreta, es cierto, pinitos modestos, o no tan modestos, como veremos, en los que el nieto de éste último (el nieto del hijo de mi tátarabisatátarabuelo) perseveró pues estuvo fregando platos sólo interrumpiéndose para comer y dormir y sin días de fiesta desde la entrada en guerra de los americanos en Vietnam (1965) hasta la publicación de Bukowski por Cartero (1971).

Yo, insisto, yo me sumergo en la modestia cuando pienso en todas aquellas acendradas acciones que jamás podré superar. Mas en este instante todo eso, todos esos récords, los récords, que dan sentido a mi vida, me la traen al pairo, los récords y el sentido de mi vida no son nada cuando mi autoestima anda mal pagada y hundida por cuitas sentimentales. Ah, las relaciones hombre-mujer, las relaciones chico-chica. Macho-hembra. Él-ella. Ella-él. De poder a poder. La guerra de sexos. El encuentro de sexos. El amor. La pasión. La complicidad...

Lo que voy a hacer es escribir en mi diario que lo dejamos de mutuo acuerdo, así lo iré leyendo sucesivamente y al correr de los años -pocos años- el hecho será que lo habremos dejado de mutuo acuerdo, diré, ay Fulanito, qué mala memoria tienes, pero por qué te preocupas, si lo dejasteis de mutuo acuerdo, encima fuiste bueno, bondadoso, la dijiste que era lo mejor para ambos, ella se convenció, de mutuo acuerdo, en plan civilizado, no como la conquista de América sino con complicidad, y tal y tal. Sí, mi novia y yo lo hemos dejado de mutuo acuerdo. Era lo mejor. Es hora de pasar página.

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