domingo, 30 de enero de 2011

Ir a desayunar, la aventura

Esta mañana “me levanté, vomité y me miré la cara en el espejo. Estaba atrapado. No tenía la menor posibilidad”, pensé, parafraseando a Bukowski, y luego pensé, pero qué diablos, estoy atrapado -ustedes ya me entienden- pero tengo hambre, qué diablos, repetí, qué diablos, y tal. Y tal era mi hambre que me vestí y me acerqué a la cafetería más cercana, en donde ordené mi desayuno, es decir, dije ... y ..., los ingredientes habituales de mi desayuno, y todo el personal del establecimiento se me quedó mirando, y cómo iría yo que decidí corresponder a sus atentas miradas y les dije, a todos, a todas: “I’ll burn your soul… Don’t you get it yet!”, que es algo que le oí cantar a Henry Rollins en su canción Liar (el título lo dice todo amigos, se la recomiendo), y como sus rostros semejaban no entender en absoluto de qué estaba hablando, inclusive detecté unas franjitas de reprobación en algunos ojos, por la temprana, ignota -supongo- excentricidad de cliente peregrino en que consistía mi acto o consistían mis actos, en fin, como diciendo: "qué, pavo, qué te pasa. Qué le pasa a este tío. Circule", que yo ni corto ni perezoso añadí, parafraseando a Shakespeare: “Vuestras esposas, vuestras hijas, vuestras matronas y vuestras doncellas, no bastarían a colmar la cisterna de mi lujuria”, y en ese punto digamos que yo ya me sentía más que razonablemente satisfecho, agotado tal vez, es más, pensé que iban a llamar a la policía o algo así, a los matones del barrio, quién sabe, a unos raperos, a unos cantantes de hip-hop, pero no, sencillamente una de las chicas dijo: Ay Dios, y yo pues dije: “Yo sé que Dios no existe; pero es que, si existiera, no tendría perdón de Dios”, que tal vez no es brillante, que tal vez su sonido nos es parcialmente o totalmente familiar, pero yo se la había oído a José Sacristán, el actor español, anoche, cuando me lo encontré en un cocktail y departimos tranquilamente al menos durante 30 segundos, el resto de las dos horas a lo largo de las cuales continuamos hablando lo hicimos particularmente excitados, y, regresemos a la cafetería, la chica repitió: Ay Dios. Y ahí, por ahí, por ahí ya sí que no paso, que no me repitan las cosas, que una vez es suficiente, demasiado, como quien dice, con una vez las entiendo, no soy un párvulo, y me marché a casa furibundo.

Por lo menos me fui antes de que se pusieran a cantar, que a veces lo hacen, y no es que tengan mala voz, es que es un despropósito, y por la calle, mira, me topé con una señora que iba cantando, y a cuyo cante podría aplicar idéntica reflexión, y pensé: "Un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento", parafraseando o parapensando a Baudelaire, que en español debe leerse como se escribe, y ahora sí, me fui para casa a descansar, que esta noche José Sacristán y yo hemos quedado para presentarnos conjuntamente en la inauguración de una tienda de animales, animales domésticos de lujo, en donde servirán bebidas y cátering a tuti plen, yo juzgo el plan sensacional, y donde probablemente coincidiremos con la alcurnia más destacada, los adinerados de la ciudad, las altas esferas: políticos del gobierno de la Generalitat, políticos del ayuntamiento de Barcelona, otros funcionarios de alto standing, futbolistas, y establecimiento en el cual, según se rumorea, el animal más barato será una zorra, trescientos euros la media hora. Perdón por la broma, es que es temprano. Se ve que el animal más caro es una iguana de colores de un millón de dólares y el más barato un cervatillo con tres orejas (qué sutiles) que vale 900.000 euros, su peso en oro. Messi tiene tres hámsters de pelaje naranja (modificados genéticamente), que le costaron 500.000 euros cada uno. O eso me dijo, se lo aseguro, cuando nos encontramos aquella tarde en la tienda de discos de la calle "Corregidora del 31 de febrero", el ballenato nos encanta, aunque no pondría la mano en el fuego sobre el precio de esos hámsters porque me parece que estaba borracho, yo, no él, lo aclaro.

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